Estaba un pescador en la orilla a la sombra de un árbol descansando.
En ese momento pasa un adinerado empresario de la ciudad que estaba de paseo por la playa y se sienta también a la sombra del árbol debido al intenso calor que hacía.
Pronto este empresario entabla conversación con el pescado y se interesa por su trabajo, así que le pregunta al buen hombre;
¿Alguna de esas barcas es tuya? A lo que el pescador responde: Sí, aquella azul es la mía.
¿Y por qué la tienes varada en la playa? Porque ahora no voy a pescar.
¿No hay buena pesca acaso?
Si, por supuesto que hay pero no necesito ir a pescar, con lo que he pescado ayer es suficiente para mi mujer y para mí.
Pero ¡Hombre estás perdiendo dinero! Le exclama el empresario.
Si tuvieras varios empleados éstos irían a pescar cuando tú descansas y ganarías mucho dinero y no tendrías tu capital parado.
¿Y para que quiero tanto dinero?
Pues si tuvieras más dinero podrías tener una casa mejor, y criados para que hicieran tus trabajos.
Además si tuvieras más dinero podrías invertir en un barco más grande y así tener más empleados y crear aún más riqueza.
El pescador se queda observando y escuchando lo que el forastero le estaba explicando.
Al cabo de un rato de escuchar todos los argumentos de progreso, bienestar y riquezas que el empresario había dibujado en su plan el pescador hombre humilde le pregunta:
Y dime tú que eres un hombre inteligente, ¿Al final de todo eso que conseguiría?
El empresario sonriendo le dice:
“Pues mira cuando hubieses conseguido toda esa fortuna, podrías tumbarte a la sombra y descansar”
Ante esta explicación el pescador humilde lo mira fijamente y le contesta.
Ahora, ya puedo tumbarme a la sombra y descansar, y no necesito hacer todo eso que tú dices para hacer lo que hago, lo comprendes.
En ese momento pasa un adinerado empresario de la ciudad que estaba de paseo por la playa y se sienta también a la sombra del árbol debido al intenso calor que hacía.
Pronto este empresario entabla conversación con el pescado y se interesa por su trabajo, así que le pregunta al buen hombre;
¿Alguna de esas barcas es tuya? A lo que el pescador responde: Sí, aquella azul es la mía.
¿Y por qué la tienes varada en la playa? Porque ahora no voy a pescar.
¿No hay buena pesca acaso?
Si, por supuesto que hay pero no necesito ir a pescar, con lo que he pescado ayer es suficiente para mi mujer y para mí.
Pero ¡Hombre estás perdiendo dinero! Le exclama el empresario.
Si tuvieras varios empleados éstos irían a pescar cuando tú descansas y ganarías mucho dinero y no tendrías tu capital parado.
¿Y para que quiero tanto dinero?
Pues si tuvieras más dinero podrías tener una casa mejor, y criados para que hicieran tus trabajos.
Además si tuvieras más dinero podrías invertir en un barco más grande y así tener más empleados y crear aún más riqueza.
El pescador se queda observando y escuchando lo que el forastero le estaba explicando.
Al cabo de un rato de escuchar todos los argumentos de progreso, bienestar y riquezas que el empresario había dibujado en su plan el pescador hombre humilde le pregunta:
Y dime tú que eres un hombre inteligente, ¿Al final de todo eso que conseguiría?
El empresario sonriendo le dice:
“Pues mira cuando hubieses conseguido toda esa fortuna, podrías tumbarte a la sombra y descansar”
Ante esta explicación el pescador humilde lo mira fijamente y le contesta.
Ahora, ya puedo tumbarme a la sombra y descansar, y no necesito hacer todo eso que tú dices para hacer lo que hago, lo comprendes.
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